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Sobre el amor entendido como algo más que atracción y locura hacia lo demás [3 pte.]

Sobre los problemas del Amor en la actualidad

En la modernidad, como se puede apreciar, la idea del amor se ha deformado bastante a como la concebía Platón. Ahora la no diferenciación del amor con la atracción ha llevado a las personas a creerlas como sinónimas y por ello se cree que cualquier atracción hacia algo sea lo mismo que a estar enamorados. Las personas están deseosas por estar enamoradas ya que así podrán llegar más rápido a la felicidad. El no saber si uno se encuentra enamorado o no complica esto último ya que, al no saber cuáles sentimientos son los que nos señalan cuando estamos enamorados, solemos tomar dos vías: o todos nuestras sensaciones, emociones y sentimientos apuntan siempre a que nos estamos enamorando cada vez, o siempre nos están mintiendo y en verdad nunca sabernos lo que es el amor. Las dos opciones son demasiado opuestas y extremas, como si las personas no supieran —o no quisieran saber— sobre el equilibrar las cosas, saber el término medio por usar una categoría aristotélica.

El llegar a estos extremos apunta a que se las personas han sido educadas con una concepción utilitarista del amor. De acuerdo con ésta las personas creen que con el amor podrán llegar más rápido, e incluso que éste es el único medio, para llegar a la felicidad. El sentir que nos aman es algo grandioso, con él se puede sentir una alegría inmensa, lo cual se confunde con la felicidad como fin mismo. Pero todo esto es a causa de las emociones, las cuales no podemos entender.

El llevar al extremo las sensaciones que tenemos del amor es consecuencia de no saber reconocerlo. La vida actualmente, en apariencia, va demasiado rápido y nos obliga a tomar decisiones igualmente rápidas. El espacio para la reflexión se ve reducido, si no es que extinguido; las decisiones que se deben tomar tienen que ser rápidas y simples. Es por eso que las personas no se toman el tiempo para reflexionar sobre el amor, simplemente lo desean tener, como si fuera algo que se pudiera obtener en las tiendas de autoservicio. Podemos culpar a nuestra época acelerada sobre nuestra ignorancia sobre el amor, ya que en la época en la que Sócrates vivía la vida transcurría de un modos más lento, esto ayudaba a tener momentos de reflexión en los cuales uno podría —quizás— tomarse el tiempo para reflexionar sobre su vida amorosa. Lamentablemente no existe ningún manual o instructivo que nos indique cómo es que debemos amar y cómo podemos darnos cuenta cuando nos encontramos enamorados. Esta sería también una salida fácil para estas cuestiones sobre el amor.

El amor no es ni la única vía ni la más fácil para poder llegar a la felicidad. Entonces, ¿por qué las personas insisten en el amor como camino hacia la felicidad y el bienestar emocional? La creen más fiable porque es la que más emociones y sentimientos hace surgir. El sentirse feliz, nostálgico, enojado y en éxtasis al mismo tiempo, sólo puede ser gracias al amor, o al menos eso es lo que se cree. Al tener esto en mente —aunado a la educación que tuvimos en nuestra sociedad— el amor es concebido como el mecanismo más sencillo para la felicidad del hombre. Una vez que nos sentimos supuestamente enamorados, podemos escoger los sentimientos que más nos sirvan y desechar los que no, para así poder sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Esto nos dice entonces que la concepción del amor que se tiene es individualista: queremos que nos amen y no amar. Sin embargo, para que nos amen tenemos que amar nosotros también, es por eso que lo hacemos, no por sólo ser correspondidos.

Esto ha provocado que la idea del amor —la admiración de las virtudes de lo otro— se tergiverse: ahora en vez de admirar, lo que hacemos es desear. Deseamos las cualidades y virtudes de lo otro para poder tenerlas nosotros mismos. La mujer fanática de las compras desea amar a los objetos que ella adquiere porque así le darán más estatus social frente a sus amistades. Un hombre ya grande se enamora de una mujer mucho más joven que él porque desea volver a su juventud. La admiración ya no tiene cabida en el mundo moderno, ya que para admirar se necesita estar en un modo pasivo, reflexivo, estático, y eso es lo que menos podemos hacer en este mundo agitado.

Tanto Sócrates como Fedro salen de la ciudad para hablar del amor. Esto nos dice que la ciudad no es el lugar ideal para hablar sobre este tema, ¿por qué será? La ciudad está formada por leyes y reglas las cuales tienen que seguirse. Estas leyes son las que nos dicen cómo es que debemos comportarnos como sociedad. El salir de la ciudad hacia lo agreste, lo natural, lo no regido por las leyes humanas, sino por las leyes naturales, nos dice que el amor no debe ser encasillado por las leyes humanas. El querer deformar el amor y tratar de modificarlo para que quepa en nuestra sociedad, con nuestras leyes —las cuales de una extraña manera nos dicen que debemos hacerlo todo de una manera eficaz— sólo provoca que se tenga una mala concepción de él, lo cual repercutirá en una confusión sobre la forma en la que amamos—como lo estamos viendo hoy día—.

Conclusión

Vemos pues que el amor en la actualidad se encuentra corrompido por la mentalidad de las personas al creer que el amor es el único medio para poder llegar a la felicidad. Pero el problema no acaba allí, ya que la felicidad también se encuentra deformada; ahora se trata de una felicidad material, hedonista, utilitarista en el mejor de los casos, pero a fin de cuentas se trata de una felicidad vana. Se creería que el problema del amor es entonces la felicidad, pero esto no es así, se trata de un problema compartido entre los dos.

El hecho de que se utilice al amor como medio para poder llegar a la felicidad viene de la misma necesidad de la felicidad de ser material, es decir, las personas actualmente se encuentran en una vida que —según ellos— carece de sentido —espiritualmente hablando—. Esto, aunado al vertiginoso mundo de la vida diaria, provoca que la gente busque la salida más fácil para llenar ese sentido vacío de su vida y ésta es la material. Es por eso que el amor es tomado como base para poder llegar a esa felicidad material, ya que la atracción y la supuesta admiración —que ya dijimos que se tergiversa por el deseo de— son en primera instancia sensible y material. Por ello el amor se encuentra deformado respecto de la idea original que concebía Platón.

El amor debe ser regresado a su condición de admiración y no de deseo para que pueda funcionar de manera óptima, es decir, llevar el amor hacia la forma como la concebía Platón y que así funcione como debe de ser. El amor tiene que ser desmentido como sólo una forma de hacernos sentirnos bien y darnos cuenta que es algo más que eso: algo que nos hace sentir uno con lo demás, al admirar sus cualidades y virtudes tratando de conservarlas para el bien de lo demás.


Sobre el amor entendido como algo más que atracción y locura hacia lo demás [2 pte.]

Sobre el Amor, los sentimientos y la atracción

El amor, como se puede notar, es bastante abstruso ya que puede ser confundido con la simple atracción, así como con diferentes sentimientos. Esto se puede demostrar con el mismo ejemplo del hambre y la sed; uno no puede saciar la sed comiendo algo sólido, tiene que ser algún alimento de consistencia líquida o agua para que esta necesidad se sacie. El amor no puede ser así, éste no sólo se puede sentir de una sola forma; claramente se puede notar. Por ejemplo, con los llamados amores no correspondidos uno sufre, con los celos uno también sufre, existe también una felicidad que puede llegar hasta el éxtasis cuando se tiene al amado junto con nosotros, podemos sentir nostalgia cuando no lo tenemos cerca, nos puede enojar el amor cuando no nos salen las cosas como las planeamos, en fin.

Ya que el amor se manifiesta a través de los sentimientos, el hombre suele crear una relación de causa y efecto con esto. Lo negativo empieza cuando se cree que esta relación es estrecha y necesaria, es decir, cada vez que una persona empieza a sentir una gama de emociones que lo hacen sentir extraño o diferente, lo relaciona como causa del amor, ya que no existe otra posible explicación para que se sientan tantas emociones. Las personas creen necesitar el amor para que estos sentimientos se puedan hacer presentes y así poder ser felices. La no diferenciación del amor con los sentimientos provoca que idealicemos al amor como método más eficaz, fiable y perfecto para poder llegar a un bienestar —no en el sentido material, sino en el espiritual—.

Al tener presente todo esto, es comprensible que las personas suelan confundir el amor con uno o varios sentimientos. Por ejemplo, con los objetos confundimos el amor muy a menudo al sentir necesidad de usar o poseer el objeto al que le suponemos amor. Una mujer cuando va de compras se enamora tan rápido de los objetos que desea adquirir, llámense zapatos, ropa, accesorios, animales, etcétera; pasa de un amor a otro tan rápido en una tarde de compras que se nos hace imposible el sólo pensar que aquella mujer, con un claro síndrome por las compras, tenga un amor hacia los objetos que está adquiriendo. Una explicación sería que ella tenga la mala forma de usar el lenguaje, y que use la palabra amor con tanta facilidad. Sin embargo, supondremos que la mujer compradora sabe cómo usar perfectamente el idioma español y no usa aquella palabra a la ligera. El buen uso del lenguaje no supone el buen uso de nuestro razonamiento para comprender nuestros sentimientos.

La mujer en verdad puede creer que está enamorada de aquellos objetos, sin embargo, lo que está haciendo es confundir el amor con, por ejemplo, la admiración que obtendrá de sus amigas cuando la vean a ella con tantos objetos nuevos. Además de que la próxima vez que vuelva de compras, se volverá a enamorar de nuevos objetos, olvidando a los anteriores porque “ya pasaron de moda”. También puede que se enamore por la felicidad que genera la utilidad de los objetos, que sería en este caso la admiración por parte de sus amigas, el éxtasis que siente la mujer al ser la envidia de todas las demás la hace creer que es por el amor que siente por los objetos que compró. En fin, cuales fueran las ideas que le pasen a la mujer por la cabeza, todas estarían relacionadas con el amor que cree sentir ella hacia esos objetos y el efecto que causara con ellos, ideas las cuales todas estarán equivocadas ya que sólo confundió las emociones —porque eran a corto plazo— que siente por esos objetos con el amor.

Por otra parte, tenemos a la atracción, la cual es la responsable de muchas confusiones con el amor. Muchas veces pensamos que nos encontramos enamorados, cuando en verdad sólo nos sentimos atraídos. La atracción funciona sólo a corto plazo, el amor no, éste último puede ser corto, mediano o largo. Es por eso que la atracción es muy diferente al amor, éste puede ser empezado por la atracción, pero deben existir varios factores que lo acompañen para que pueda ser considerado amor, si no es así sólo será simple atracción. Pongamos de ejemplo un imán, este objeto es conocido por atraer otros objetos metálicos hacia sí. La acción que hace el imán sólo es de atraer, no se enamora de los metales que atrae. Sin embargo —y llegando al absurdo con este ejemplo, pero que servirá para dar a entender de lo que estamos hablando—, para que pudiéramos decir que el imán se encuentra enamorado, éste no sólo debería, en un principio, atraer objetos metálicos, sino también debería atraer madera, plástico, cartón, etcétera. Pero no sólo eso, una vez que eso pasara, el imán sólo debería de atraer un objeto en específico, por ejemplo, si decide atraer sólo madera, únicamente podría atraer palillos, y sólo cierto tipo de palillos, y después de eso, sólo ciertos palillos de ese otro grupo que escogió, y así sucesivamente hasta llegar a escoger a un sólo tipo especifico de palillo. El inconveniente aquí es que los imanes no pueden escoger a qué tipo de objeto atraer, ni los palillos a que imán ser atraídos; esto es comprensible ya que los imanes son objetos, no personas. Pero nos encontramos aquí con un inconveniente, en el ejemplo usamos la palabra escoger como si estuviéramos argumentando que uno puede escoger de qué estar enamorado.

Sobre la elección del Amor

Regresemos al diálogo, y supongamos por un momento que Sócrates se encuentra enamorado por Fedro, ¿habrá escogido Sócrates enamorarse de aquel hombre? Ciertamente el texto no nos dice mucho; sin embargo, sabemos que Sócrates no se enamoró de él en este diálogo. Esto se nota claramente revisando cómo es que el mismo empieza: Sócrates le pregunta de dónde viene y adónde va. Lejos de catalogar al filósofo como un chismoso o un entrometido, vemos que él se preocupa por la situación de Fedro. El amor debe ser una condición en la que la felicidad de otra persona sea imprescindible para la felicidad de uno. Sócrates desea saber implícitamente el humor de Fedro: si él es feliz, Sócrates también es feliz. Esto se ve también cuando Fedro termina de recitar el discurso de Lisias; Sócrates dice maravillarse al ver la cara de felicidad de Fedro. Ese deseo, que podemos llamar generoso, que Sócrates tiene con Fedro, es decir, el querer que Fedro sea feliz, es lo que se toma como la evidencia más fiel sobre un amor verdadero. Pero puede ser que lo que Sócrates sienta por Fedro sea simplemente atracción y jamás pueda sentir amor hacia él. Como dijimos, la atracción es pasajera; el amor no, pero empieza por la atracción.

Lo primero en lo que nos fijamos es en las cualidades físicas, es inevitable, vivimos en el mundo de los sentidos —como dice el refrán, de la vista nace el amor—. Ya que todo amor empieza por la atracción, las personas creen que toda atracción que tienen conlleva al amor. La diferencia es que el amor supone admiración a nuestro enamorado, es decir, para poder decir que estamos enamorados debemos admirar aquello de lo que estamos enamorados —de esto se hablará un poco más adelante—. En el diálogo vemos que Sócrates admite admirar a Fedro, diciendo que hará caso a la palabra de él ya que le siente estima. Es difícil —si no es que imposible— saber cómo es que se conocieron los dos, ya que no existe ningún diálogo donde se nos lo muestre—porque si existiese dicho diálogo, podríamos dilucidar las primeras impresiones que tuvo Sócrates con Fedro, lo cual nos ayudaría a ver cómo es que la atracción inicial que sintió Sócrates hacia él se volvió amor—, por eso debemos confiar en lo que nos dice el Fedro para poder decir que existió ese paso de la atracción al amor: la admiración por la forma de ser de Fedro.

La elección de este amor no lo podemos comprobar bien, ya que no existe un diálogo donde se nos relate la primera vez que estos dos griegos se conocieron, por lo que no podemos saber si Sócrates o Fedro escogieron enamorarse. Sin embargo, leer esto suena algo un poco ridículo. La voluntad, es decir, el escoger de qué o quién enamorarnos no es algo que uno pueda decidir. En el amor no existe la voluntad, si así lo fuera el amor no necesitaría de los sentimientos para hacerse presente, ya que uno sabría exactamente cuándo se encuentra enamorado. Al elegir cuándo y de qué enamorarse, las definiciones que tanto Lisias como Sócrates dan quedarían descartadas, ya que el factor de la locura en el amor no tendría sentido: la locura es algo que nos hace perder la razón, y si se pudiera elegir al enamorado, la razón sería un factor que ayudaría a esto. Por lo tanto, el amor no puede ser elegido, ni puede tener voluntad porque la razón forma parte de estas dos acciones.

Sobre el Amor como admiración

Cuando hablamos —momentos antes— del término “admiración” nos referimos a considerar con estima o agrado especial a alguien o algo que nos llame la atención por sus cualidades, las cuales juzgamos como extraordinarias. El poder juzgar supone voluntad y razón, supone también el saber reconocer los pros y los contras de seguir con el enamoramiento. Esto se puede apreciar cuando a nuestros padres no les agrada nuestro enamorado, ya sea persona o cosa: ellos —no el enamorado— no encuentran las cualidades o virtudes que consideran necesarias para nosotros, mientras que nosotros sí creemos encontrarlas en aquello que le suponemos amor. En esta parte es donde el gusto de cada uno es significativo para saber si se encuentra enamorado o no. Los gustos y preferencias que tenemos son necesarios para poder saber de qué cosas nos podemos enamorar. Es por eso que los padres no siempre están de acuerdo con nuestros enamoramientos, claro está que ellos lo hacen porque nos aman, lo cual nos dice que ven cualidades y virtudes en nosotros y no desean que se desperdicien con cualquier cosa de la que nos enamoremos.

A Sócrates le interesa la inocencia que tiene Fedro con los discursos que escucha, por eso intenta dar su mejor esfuerzo creando uno propio que deje pasmado a Fedro. Pero el enamoramiento de Sócrates acabaría si Fedro sólo aceptara todo sin chistar; sin embargo, se puede notar la voluntad de Fedro por entender lo que Sócrates le relata en el transcurso del diálogo, tanto que la última parte de éste se centra en la búsqueda de la mejor forma de crear un discurso. Si Sócrates no hubiera decidido seguir con su enamoramiento hacia Fedro, hubiera sólo tratado de desmentir a Lisias y que Fedro solamente entendiera lo mal estructurado que está el discurso de éste. Sin embargo, el primer discurso pasional de Sócrates y el hecho que haya salido de la ciudad siguiendo a Fedro —cosa que en ningún otro diálogo hace, es decir, esta es la única vez que se ve a Sócrates fuera de la ciudad, de las leyes y de los hombres; dándonos a entender que se mostrará un lado vulnerable de Sócrates: el sentimental— nos da cabida a decir que Sócrates en verdad se encuentra enamorado de Fedro.

Sería bueno mencionar que a Sócrates no le pasa esto en los demás diálogos, si no, la reflexión que llevamos hasta ahora se vendría abajo. Sócrates nos da muestras también de lo que es la atracción en otros diálogos. Por ejemplo, en el Cármides se nos narra que Sócrates se siente atraído por un joven —Cármides, discípulo de Critias—, el cual según el texto nos relata como un hombre hermoso; en el diálogo claramente se nos describe que Sócrates se encuentra pasmado por los sentimientos que el joven Cármides hace sentir a éste:

Entonces ocurrió, querido amigo, que me encontré como sin salida, […] me miró con ojos que no sé qué querían decir y se lanzaba ya a preguntarme, […] entonces, noble amigo, intuí lo que había dentro del manto y me sentí arder y estaba como fuera de mí, y pensé que Cidias o sabía mucho en cosas de amor, cuando, refiriéndose a un joven hermoso, aconseja a otro que «si un cervatillo llega frente a un león, ha de cuidar de no ser hecho pedazos».

Lo que Sócrates siente aquí es atracción, una atracción sexual hacia el joven Cármides. Decimos que es atracción ya que Sócrates en un principio no puede ni hablar de lo pasmado que se encuentra, pero mientras va siguiendo el diálogo, el filósofo vuelve en sí y empieza a discutir con Cármides como si nada hubiera pasado. Todo esto ocurre porque Sócrates se desencanta de Cármides al darse cuenta de que responde exactamente de la misma forma como lo haría su maestro Critias. Esto puede ser el porqué del desinterés sentimental que siente Sócrates —habiendo transcurrido el diálogo un poco más adelante— hacia Cármides, ya que no es la belleza de la cual espera enamorarse.

Por otra parte, en el Eutidemo encontramos reacciones diferentes, esta vez no por parte de Sócrates, sino de Ctesipo hacia Clinias. El diálogo nos relata que Ctesipo era uno de los enamorados de Clinias y que era, además, el que demostraba más fuertemente sus sentimientos hacia él. El amor que Ctesipo siente hacia Clinias se da a mostrar cuando el primero estalla abruptamente ante Eutidemo y Dionisodoro, los cuales hacían, por medio de su retórica, dejar en ridículo Clinias de hecho lo hace dos veces en el diálogo—. La ira o frustración que siente el enamorado al ver el mal trato que sufre Clinias por parte de los sofistas nos hace dar a entender —como en el caso de Sócrates y Fedro— el interés que siente Ctesipo por el bienestar de su enamorado. En este ejemplo se aprecia la misma situación que tiene Sócrates al preocuparse por Fedro: Ctesipo se siente humillado al ver humillado a Clinias. Entonces, podemos decir que Ctespio —como todos sus enamorados— ha encontrado virtudes destacables en Clinias, lo cual demostraría que se trata de amor y no una simple atracción.


Sobre el amor entendido como algo más que atracción y locura hacia lo demás [1 pte.]

Sobre el planteamiento del problema

Nuestra sociedad actual, o mejor dicho la cultura occidental en general, ha tenido una visión del amor bastante trillada. El amor cobra mucha importancia para las personas, de hecho, puede decirse que es algo a lo que la sociedad nos ha mal acostumbrado —diciéndonos que el amor es lo único que importa para poder sentirnos felices— y por ello ya no se puede vivir sin él. Se trata de un bien al que todos aspiran a tener, ya que se cree que teniendo amor, se podrá ser feliz. Todos anhelamos amor, deseamos que nos lo den y, si al amado le va bien, dar nosotros amor a los demás. Es importante que quede claro que el amor es algo que todos hemos experimentado —mínimo una vez— sin excepciones.

El hombre está consciente de esto. Sin embargo, existe un problema en la concepción del amor: a éste sólo se le relaciona con el llamado amor romántico, es decir, con el amor entre hombres, el amor “puro y sincero” que se tiene un hombre con otro cuando se enamoran; dicho en pocas palabras, el tener pareja. El amor no sólo se limita a eso, existen muchos tipos de amor: el amor de los padres, el de los hermanos, el de los amigos, el amor hacia un objeto o una mascota, etcétera. Cuando se formulan teorías sobre el amor —tanto psicológicas como filosóficas— casi siempre están vinculadas al amor romántico, ya que se arguye que es el único amor que le interesa al hombre. Pero los otros tipos de amor también le son de incumbencia, tiene que lidiar con ellos todos los días, son con los que se ha formado, pero no por eso son menos complicados que el amor romántico —otra cosa que también se argumenta a la sola importancia de este tipo de amor—. Entonces, el amor no sólo debe encasillarse al amor romántico ya que la palabra “amor” abarca demasiado, es por eso que se debe hablar del amor hacia “lo demás” y no hacia “los demás” ya que el amor puede funcionar tanto en la relación hombre-hombre como en la de hombre-objeto.

Pero esto sería fácil si sólo se hablara del amor en una forma subjetiva y teórica. Es muy claro que el amor es algo práctico del que sólo se puede saber cuando se experimenta, por ello es que el amor no es un asunto meramente teórico, a éste sólo podremos entenderlo una vez que hayamos sido participes de él —no se puede saber del amor desde afuera, sino desde adentro—. Lo que se debe hacer es dilucidar si en verdad nos encontramos o no enamorados de aquellas cosas, ya sean personas, animales u objetos.

Es posible que el amor en nuestra actualidad esté sobrevalorado, y esto se debe a la tergiversación que en la actualidad se le ha dado con respecto a lo que se entendía antes de la modernidad. Las personas buscan enamorarse de los demás para poder sentir placer en ello, pero placer entendido como forma de satisfacción, es decir, el sólo buscar el amor para poder ser felices. ¿Puede ser esta concepción del amor producto del pensamiento moderno, o puede ser que venga desde mucho antes? Las personas son educadas de tal manera que, dependiendo de cada cultura, se respeten ciertos valores. En la cultura occidental —que ha sido influenciada por la religión cristiana, a su vez influenciada por la cultura clásica—, se le da mucha importancia al amor, ya sea a los demás o hacia nosotros mismos. El amor se nos ha salido de las manos, es decir, en los últimos años ha subido en esa escala de valores que formamos como sociedad hasta ocupar los primeros lugares —dejando fuera el éxito y la fortuna, los cuales, en ciertos casos, también se les puede vincular con el amor: el amor por el éxito y la fortuna—, donde gobernará la vida de los individuos.

Sobre el Problema del Amor

Para poder entender cómo es que llegamos a esa sobrevalorización del amor, debemos de estudiar el mundo griego —cuna de la cultura occidental— donde se muestren los inicios de nuestra concepción del amor —aunque ésta en la actualidad no sea la misma—. En el Fedro nos encontramos con tres definiciones sobre el amor que aparentemente se suelen catalogar como diferentes las unas de las otras, sin embargo, si se leen con detenimiento encontraremos tres discursos —uno de Lisias y dos de Sócrates— con una misma esencia: el amor es una fuerza que parece ser originada desde el interior de nosotros mismos —el deseo—, la cual provoca que no podamos razonar correctamente y seamos presas de nuestros instintos. Nos pone en un estado ofensivo pero pasivo a la vez, es decir, nos hace desear que ese sentimiento no acabe, lo cual provoca que se luche para que éste no cambie, y que no acabe significará que se mantenga pasivo, estático —incluso el amor debe ser pasivo para que pueda ser contemplado—. Esto nos dice que la esencia del amor es entendida tanto por Lisias como por Sócrates, pero es interpretada de formas diferentes.

Lo anterior se puede notar muy claro cuando en el diálogo, Fedro termina de recitar el discurso de Lisias. Sócrates inmediatamente argumenta que puede dar un mejor discurso que el de Lisias, ya que éste estaba mal redactado[1]. Después de hacer una oratoria sobre el amor como locura negativa, Sócrates se retracta y dice que el porqué de sus palabras fue a causa de la influencia que ejercía Fedro en él, y se ve obligado —según él— a dar otro discurso en el que no ofenda a los dioses, ya que el Amor es hijo de Afrodita:

—Sócrates: Horrible, Fedro; es horrible el discurso que trajiste y el que me has obligado a pronunciar.

—Fedro: ¿Cómo?

—Sócrates: Son un simpleza y, en cierta forma medida, una impiedad. ¿Podría nada más horrible?

—Fedro: Imposible, si es verdad lo que dices.

—Sócrates: ¿Pues qué? ¿No tienes al Amor por hijo de Afrodita y por una divinidad?

—Fedro: Eso dicen, al menos.

Aquí vemos que el primer discurso que Sócrates da, fue —como él mismo dice— influenciado por Fedro, pero no de la forma en la que Sócrates piensa. Si uno revisa otros diálogos y vuelve a releer este primer discurso que da Sócrates, veremos una diferencia en la forma de redactar sus palabras; las dice de tal forma que parece que estuviera hipnotizado o maravillado. Su forma de hablar es más parecida a la de un sofista o a la de un poeta, es más, antes de empezar su discurso invoca a las musas para que le den la fuerza de poder dar un mejor discurso que el de Lisias.

Sócrates no lo quiere admitir —o tal vez es porque no se ha dado cuenta— pero se encuentra celoso por Lisias, ya que Fedro está muy emocionado por el discurso de éste. Es por eso que Sócrates se deja llevar por su locura hacia Fedro al decir su discurso. Sin embargo, tal parece que logra volver en sí y recupera su cordura, lo cual hace que se dé cuenta del discurso que dio y lo cambia por uno más apropiado.

Sobre la identificación del Amor

Aquí ya empieza a haber un importante problema que tiene que ver con el tema del amor—que tanto en la época clásica como en la actualidad se presenta—: su localización. Al parecer Sócrates dice su primer discurso a causa de los celos, esto podría decirnos que se encuentra enamorado de Fedro y no quiere perder la oportunidad de conquistarlo mediante la palabra. Pero, ¿será que Sócrates se encuentra enamorado de Fedro? ¿Cómo sabemos cuándo estamos enamorados? A simple vista se puede argumentar que el amor se puede localizar fácilmente cuando se tiene. El amor casi siempre es catalogado como una sensación, y al ser una sensación, puede ser identificada fácilmente cuando se tiene o se carece de ella. Por ejemplo, cuando no hemos comido o bebido nada durante un largo tiempo, sufrimos de la sensación de hambre o de sed, estas impresiones no pueden ser confundidas con el sueño u otras sensaciones ya que son únicas para darnos a notar, en este caso, la falta de alimento o de agua en nuestro organismo. De esta misma forma es como se suele pensar que se puede localizar el amor cuando se experimenta; se considera que siempre se sentirá de la misma forma. Las vulgarmente llamadas mariposas en el estómago son el signo que se toma en cuenta como definitivo cuando queremos saber si es que estamos enamorados. Lamentablemente esto no sucede así.

El amor no es un sentimiento ni una sensación en sí, ya que si lo fuera, debería ser único y debería —valga la redundancia— sentirse siempre que se tiene de la misma forma. Ciertamente el amor no sólo se siente de una sola forma, de hecho, el amor necesita de los sentimientos para poder manifestarse. Podríamos catalogar al amor como un fenómeno, ya que es una manifestación que se hace presente a la consciencia del sujeto y aparece como objeto de su percepción gracias a los sentimientos; un fenómeno que nos hace entrar en un cierto estado de ánimo, el cual nos pone al descubierto de sufrir una gran gama de emociones, que dan cabida para decir que nos encontramos enamorados. Claro que los sentimientos no forman parte del amor, sino que solamente son desencadenados por éste. Sin sentimientos no podríamos tener amor, sin embargo, sin amor sí podríamos tener sentimientos.